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Foto Suben las acciones de las bicicletas porteñas

Suben las acciones de las bicicletas porteñas

Con algunos cuestionamientos, pero ya no tantos, las redes de ciclovías en la ciudad se encaminan a ser cosa seria. Unos 60.000 usuarios utilizan el sistema público como medio de transporte y la experiencia logra descontracturar el caótico tránsito del distrito porteño.


Como en las grandes urbes del mundo, el bicing-que también se pondrá en marcha en la ciudad de Mendoza (Metrobici)- dejó de ser una promesa en la sencilla comprobación de la gran concurrencia que tiene la mayoría de los corredores exclusivos. Y es verdad: su uso acorta las distancias y facilita el traslado, más allá de ser un medio práctico y saludable.

Mega urbes como New York, por ejemplo, fueron impulsando en la última década acciones para restringir el uso de los automóviles en lugares superpoblados de peatones, como en el popular Time Square. Mientras que en las principales avenidas de cuatro o más carriles, se han destinado vías exclusivas para las bicicletas. En la ciudad de los rascacielos, el alquiler de bicis fue privatizado; el sistema es automático y el procedimiento es bien simple: el usuario las alquila al pasar por un posnet la tarjeta de crédito. Luego, ingresa un código de seguridad y se lleva la bicicleta, que devolverá en otra estación, con anclajes automáticos.

La red neoyorquina es tan grande que abarca los 200 kilómetros. Y al hablar de tarifas, prácticamente compite con los 2 dólares que cuesta un pasaje en subte o en colectivo. Atravesar en bicicleta por los barrios de Chelsea o Soho, por más que un neoyorquino esté cumpliendo con la misión de ir desde su casa al trabajo, nunca dejará de ser un extraordinario paseo. Nunca.

Lo mismo ocurre aquí, en una Buenos Aires que regala corredores como los de las avenida Del Libertador o Figueroa Alcorta, realmente extraordinarios. En Buenos Aires, el usuario podrá unir los barrios de Retiro y Palermo en 30 minutos, en una hora pico, llevándose consigo una sensación de bienestar que, justamente, no provoca la marcha lenta de un auto o de un taxi, o el hacinamiento en el subte o el colectivo. Arriba de la bicicleta, las únicas barreras obligatorias son los semáforos. No hay congestionamientos, no hay piquetes de vecinos sin luz, no hay marchas de maestros ni cortes de tránsito. El camino es libre. ¿Las contras? Conspiran las distancias largas y el mal clima. Nada que no se pueda prever.



Es cierto, al sistema de bicicletas porteñas le falta mejorar mucho. Si bien las estaciones no son automáticas todavía, la operatoria es ágil. Y la demanda, cada vez mayor. Hasta la bicicletería volvió hoy a ser un espacio concurrido, cuando hace cinco años nadie recordaba dónde había una en toda ciudad.

Como en las principales ciudades del mundo, las acciones de las bicicletas porteñas están en alza. Más aún, en medio de un tránsito caótico que promete empeorar cada día..


FUENTE: La Nación

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